El asno de Buridán se enfrentó a un gran dilema: se le proporcionó agua y comida, y le pusieron ambas cosas a la misma distancia. Tenía tanta sed y tanta hambre que no supo por donde empezar. Dudaba y dudaba sobre que era lo más preferible, si beber o comer primero. Al final, el asno acabó muriendo, lo que no se sabe muy bien si por sed, hambre o esfuerzo intelectual.
Esta paradoja fue atribuida a Jean Buridan (1300-1358). Un filósofo francés nacido en Béthune, quien destacó en los estudios de la lógica y fue un defensor del principio de causualidad. Sin embargo, muchos se la atribuyen a Aristóteles (384a.C.-322a.C.), el polímata, filósofo y científico de la antigua Grecia.
Lo que viene a decir la paradoja del asno de Buridán, es que no se debe caer en la trampa de la indecisión irracional. La mayoría de veces que elegimos, siempre hay dos o más opciones de diferente valor, sin embargo, ante la decisión de elegir entre dos opciones iguales, el panorama se complica. Se entra en los ciclos de razonamiento complejos y el final que para todos nos es conocido: la indecisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario